La Inteligencia Artificial Necesita de las Competencias Humanas, No al Revés.
- José Angel Pernett C.
- hace 19 horas
- 5 Min. de lectura

Periodistas con gran desparpajo, descaro e insolencia, aseveran que gran parte de lo informado a sus oyentes, proviene del Chat GPT; pacientes enfermos admiten en redes sociales, que sus consultas a la inteligencia artificial son más efectivas que la medicación dada por el especialista de la EPS; docentes, hasta de universidades, cada vez más están consumiendo productos para planificar y evaluar procesos de aprendizaje, ofertados desde Instagram, Facebook y WhatsApp, a su vez, elaborados por algún motor de inteligencia artificial. Estas son apenas pequeñas muestras de que la IA llegó para quedarse.
Leyendo memes, reproduzco algunos que son tan graciosos como irónicos y caen a la medida respecto de la idea que queremos explicar:
“Si la IA fuera un invitado, ya habría tomado el control y estaría dando ordenes a la lavadora.
“La IA está tan metida en casa, que pronto pedirá permiso para colgar la ropa y estará pidiendo la receta del pastel de mamá”;
“La IA se ha colado en la sobremesa y ahora el perro pide Wi-Fi antes de la comida”.
Tampoco está en el propósito de este artículo, recordar las luchas reivindicativas que el magisterio colombiano llevó a cabo en los años 70 a través de Fecode y el Movimiento Pedagógico, contra lo que, en ese momento, el MEN ofrecía a los maestros de Colombia: los llamados TEYDI (Tecnología Educativa y Diseño Instruccional). Hoy, el debate vuelve a centrarse en un currículo que parece estar diseñado “a prueba de maestros”, pero ahora no ofrecido por el MEN, sino por la iniciativa privada de personas que creen, que debido a que la IA genera propuestas curriculares, esta es automáticamente correcta y, lo que es peor, aplicable en cualquier región del país.
Mi interés, estará centrado en esos mitos que siempre se producen cada vez que la tecnología anuncia uno de sus avances. Y en tal dirección, no pongo en discusión la potencia de la IA como avance tecnológico.
Cuando la IA se presenta como solución universal, rápidamente aparecen narrativas simplistas que la convierten en una especie de “varita mágica” capaz de sustituir la labor humana, mientras que por otro lado, se alimentan rumores alarmistas que la pintan como una amenaza inevitable para el empleo y la privacidad. Estas historias, aunque a menudo exageradas, no obstante, cumplen una función social: nos obligan a cuestionar los límites éticos, a debatir sobre la responsabilidad de los algoritmos y a replantearnos qué papel queremos que la IA desempeñe en la cotidianidad de nuestras vidas.
Desde esta perspectiva, los mitos sirven como punto de partida para conversar críticamente a cerca de cómo integrar la IA de manera equilibrada, respetando los valores humanos, esos mismos que deseamos preservar.
Lo confieso, en algún momento puse en duda el título de este artículo; después de mucho cavilar, no hubo lugar a dudas: La Inteligencia Artificial necesita de las competencias humanas, no al revés. Con el título, expreso con claridad la centralidad de la siguiente idea: la IA depende de habilidades propias de las personas (pensamiento crítico, creatividad, juicio ético, empatía, etc). Si hiciéramos una contraposición lógica, es decir, si invirtiéramos la relación habitual “las competencias humanas necesitan la IA”, podríamos seguir afirmando que la IA, aunque poderosa, sigue siendo una herramienta que funciona gracias a las capacidades humanas. Desde esa perspectiva, encaja perfectamente en esta otra idea: la IA no reemplaza al ser humano, sino que requiere de su juicio, valores y adaptabilidad para ser útil y segura.
Para aquellos maestros o maestras que divinizan la inteligencia artificial porque les ofrece toda la malla curricular de todos los grados y niveles de la educación básica y media, un argumento es suficiente para demostrarles que tal divinidad no existía en momentos en que el pensamiento crítico, la creatividad, la empatía, el juicio ético y otras habilidades ya hacían parte de la condición humana, esto es, mucho antes de que apareciera la IA.
Lo anterior es comprensible, porque estas competencias, propias de la condición humana, existen de forma independiente; o sea, se desarrollan, ejercitan, y aplican sin ninguna ayuda tecnológica. Un ejemplo, lo evidenciamos con el folclor, el arte tradicional, la filosofía, los deportes o las relaciones interpersonales. De hecho, muchos contextos no requieren mediación algorítmica.
Entonces, ¿cuál es el cuento esencial de la IA? El cuento es que ella es una herramienta y no un requisito “esencial”. En efecto, mis queridos docentes, la IA facilita, amplifica o expande muchas de las tareas que la misma tecnología nos ha proporcionado, como por ejemplo, recomendaciones sobre recursos para algún proyecto en particular, analizar cantidades de datos, generar textos borradores, etc. Pero hay que decirlo, todas estas y otras tareas pueden trabajarse usando métodos manuales o con tecnologías de menos desarrollo.
Por lo tanto, la IA no es indispensable para ejercer la competencia; simplemente la hace más rápida o eficiente… en algunos casos. Es en este momento que el pensamiento crítico, como competencia humana, contribuye a la IA y además al maestro, puesto que permite el cuestionamiento, la validez y la contextualización de la información que ella ofrece. Analizar fuentes, identificar posibles errores y considerar perspectivas alternativas son pasos imprescindibles para evitar decisiones basadas en datos incompletos o distorsionados. No olvidemos que los productos generados por la IA, previamente fueron elaborados por humanos y luego cargados al motor de la inteligencia artificial denominado generador de contenido: ChatGpt, DeepSeek, Ilumina, Jasper, Writesonic, Copy.ai, GrowthBar, Paragraph AI, y muchos más.
Decir que la competencia humana “necesita” a la IA, implicaría que en todos los dominios, la intervención algorítmica es obligatoria, lo cual no refleja la diversidad real de situaciones, como son aquellas que están arraigadas en valores humanos, las cuales no puede reproducir ni remplazar. Me refiero, por ejemplo, a situaciones relacionadas con la educación infantil o temprana, las artes escénicas o el derecho penal, etc. Si se planteara que la competencia humana depende de ella, se crearían barreras estructurales que excluirían a quienes no pueden acceder a esas tecnologías, contradiciendo la idea de que la competencia es una capacidad universal.
La evolución de la humanidad muestra que las competencias se han desarrollado a través de la interacción social, la educación informal y la práctica directa, mucho antes de la era digital. La IA es una capa reciente que se superpone a esas bases, pero no las sustituye ni las hace indispensables. No obstante, quien llegare a asumir que “la competencia humana necesita la IA”, corre peligro de debilitar sus propias competencias, tal como ocurre cuando una calculadora sustituye la práctica del cálculo mental. La dependencia excesiva puede erosionar la capacidad de actuar sin apoyo tecnológico.
En Conclusión.
Competencias humanas son habilidades intrínsecas que pueden existir y prosperar sin IA.
IA = es un potenciador opcional, esto es, mejora la velocidad, precisión o alcance de ciertas actividades, pero no constituye una condición previa para que la competencia exista.
Dependencia excesiva = riesgo: Asumir que la competencia necesita IA puede conducir a la pérdida de habilidades y a desigualdades.
Referencias
Turkle, S. (2017). Recuperar la conversación: el poder de la conversación en la era digital Penguin Press.
Fukuyama, F. (2018). Identity: La demanda de dignidad y la política del resentimiento. Farrar, Straus and Giroux.
Daugherty, P. R., & Wilson, H. J. (2018). Human + Machine: Reimagining Work in the Age of AI. Harvard Business
Fadel, Charles, Education for the age of AI, Center for Curriculum redesigtn, CCR, 2024
Palmira, Valle del Cauca
7 de octubre de 2025
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